Infierno de Helpers


Hace unos días, mientras trabajaba en un proyecto de React + NestJS, noté un patrón recurrente: en los últimos dos proyectos en los que participé, los helpers proliferaban en el código. Lo curioso es que no se trata de una observación aislada; durante las revisiones de código (code reviews), he presenciado discusiones sobre si ciertas funciones calificaban o no como helpers. Esta experiencia, francamente frustrante, me llevó a investigar si este fenómeno es común en otros proyectos o simplemente una coincidencia.

Lo que encontré fue interesante. Tras unos 20 minutos de búsqueda, hallé una respuesta en Reddit que planteaba una idea clave:

Muchas veces, los nombres que damos a funciones, variables, clases, archivos y carpetas reflejan nuestros propios modelos de pensamiento. Y aunque no hay nada intrínsecamente malo en esto, puede limitarnos.

Estoy de acuerdo. Con demasiada frecuencia, las discusiones sobre cómo nombrar una función o clase nos apartan de lo que realmente importa: la lógica de negocio. Esta es la esencia del software, ya que garantiza que los requisitos estén correctamente implementados en el código. El enfoque no debería centrarse en si un nombre es perfecto o intuitivo, sino en si la implementación refleja adecuadamente el comportamiento esperado y facilita el mantenimiento.

El problema con los helpers en el código

En esta industria, es fácil caer en la percepción de que el trabajo se vuelve monótono, pero la realidad es diferente: siempre hay problemas interesantes por resolver. Lo que nos frena, en muchos casos, son bloqueos mentales que se amplifican al trabajar en equipo, convirtiéndose en obstáculos innecesarios. A veces, estas discusiones triviales nos apartan de lo esencial.

Dejemos de llamar helpers a funciones que son, simplemente, eso: funciones. Si bien es habitual emplear el término helper para describir un conjunto de funciones reutilizables, hacerlo añade una capa de abstracción innecesaria que no beneficia a nadie ni a ningún proceso (revisión de código, mantenimiento, despliegue, etc.). En su lugar, enfoquémonos en el propósito de cada función. Si una función realiza una tarea específica y clara, llámala por lo que hace, no por un término genérico.

Simplificación: El camino correcto

Muchos autores y expertos en desarrollo de software, como Robert C. Martin en Clean Code y Clean Architecture, enfatizan que la clave es mantener las cosas simples. Recuerdo que una profesora de bases de datos nos menciono la regla KISS (Keep It Simple, Stupid). Incluso en su experiencia trabajando con bases de datos, constataba cómo la tendencia natural es complicar las soluciones cuando, en realidad, lo óptimo es simplificar. Si la menciono aquí, es porque su consejo sigue siendo relevante.

La programación no tiene por qué ser un ejercicio de complejidad innecesaria. No necesitamos crear capas adicionales de abstracción si no aportan valor. El desarrollo de software debe centrarse en resolver problemas de manera eficiente, no en discutir detalles menores.

Madurar como profesionales

El verdadero desafío no es solo cómo nombramos las cosas, sino cómo superamos las limitaciones autoimpuestas como desarrolladores. ¿Cuánto tiempo más vamos a seguir siendo pasivos en nuestro trabajo? ¿Cuándo asumiremos la responsabilidad de gestionar nuestro tiempo y nuestros recursos de manera eficaz?

Es momento de reflexionar. En las revisiones de código y reuniones, pregúntate: ¿Estamos discutiendo algo que realmente impacta la calidad del código, o solo estamos atrapados en la Ley de Parkinson, dedicando tiempo a lo insignificante?

Conclusión: Menos es más

Mi recomendación es simple:

Simplifiquemos.

Dejemos atrás las discusiones irrelevantes sobre nomenclatura y enfoquémonos en lo que verdaderamente importa: la lógica de negocio. Las funciones deben estar alineadas con ese propósito, no con un concepto abstracto y difuso de helper. Recordemos que, como desarrolladores, nuestra labor es transformar requisitos ambiguos en sistemas claros, estables y predecibles.

La programación es un ejercicio de claridad, eficiencia y propósito. Si simplificamos nuestras decisiones, no solo mejoraremos la calidad del código, sino también la colaboración dentro de nuestros equipos.

La próxima vez que te enfrentes a una discusión trivial durante una reunión, pregúntate: ¿Esto es realmente relevante, o estamos desperdiciando tiempo en una conversación que no nos conduce a ningún lado?


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